He estado hablando con una buena amiga que también tiene un niño Down. Me ha reprendido con cariño: –por lo que cuentas en tu blog parece que estamos todos los días "como unas castañuelas"–.
Tiene razón, también tenemos días malos: cuando están enfermos con sus recurrentes catarros, cuando tenemos que pelear con ellos para que aprendan cosas sencillas, cuando tenemos que compatibilizar sus cuidados con el trabajo... es cierto que no es todo un camino de rosas... también hay espinas.
Aunque hemos aprendido a vivir el "aquí y ahora", a veces no podemos evitar pensar en qué será de ellos el día de mañana... su autonomía, su integración, su salud, su envejecimiento prematuro... mil cosas.
A ella, como a mi el pensamiento nos ha durado un instante, lo que hemos tardado en ponernos a trabajar...
No solamente por tener un problema concreto se tienen días malos, la vida diaria está llena para todos de días grises en los que cuesta ponerse en marcha y motivarse.
He de reconocer que hoy sí me encuentro un poquito triste, tal vez sean los problemas del trabajo, el cansancio acumulado, que hoy no he dormido bien... o tal vez la debilidad que achaco a la nueva dosis de pastilla de hormona y que hace que me acuerde del cáncer: es algo que tengo olvidado, pero no puedo evitar que, de cuando en cuando, la posibilidad de que vuelva ronde mi cabeza...
¿Y, a quién le cuento que estoy triste?... no es cuestión de llamar a los amigos para aburrirles con mis historias; ni a mi mujer, que bastante tiene la pobre con aguantarme y con los problemas comunes como para encima escuchar mis batallitas: ella también lo pasa mal cuando recuerda mi enfermedad, no puedo ni rascarme el cuello sin que se preocupe.
Y no compartirlo con nadie, hace que me encuentre un poquito solo y por eso un poquito más triste. Sé que se trata de una sensación fugaz y soy consciente de que en absoluto puedo considerar que esté solo.
Me parece importante no confundir la depresión con la tristeza: la depresión es una enfermedad y la tristeza un sentimiento natural ante hechos que no nos alegran.
No soy menos feliz por estar triste y no voy a negar que lo esté, pero siguiendo adelante con mi vida y con todos los proyectos familiares y personales, se me pasará la tristeza, muy pronto... mañana casi con total seguridad... y es que estar triste tampoco es para tanto.
Y es que en esta vida no estamos solos, querido Hombre Valiente, pero la tristeza -al contrario que la alegría, que se puede compartir- es íntima y personal, solo de uno mismo. Nadie, ni con la mejor de sus intenciones, puede cargar con ella.
ResponderEliminarPero tú y yo sabemos que la felicidad no consiste en que solo te pasen cosas buenas...
Mira, vamos a hacer una cosa: si mañana en el chupinazo te veo por Pamplona, voy corriendo a darte un beso. ¿Qué te parece? :)
Un abrazo fuerte.
Hola Orquídea, aunque no nos veamos, me doy por besado.
ResponderEliminarMuchas gracias y otro fuerte abrazo para ti.
Mariano,
ResponderEliminarMe ha encantado saludarte hoy en la feria. No parecías triste hoy ;)
Un saludo
No lo puedo negar, pese a los pequeños contratiempos, tengo una vida tan dichosa que no me permite estar triste durante mucho tiempo.
ResponderEliminarYa has visto a mi pequeño Javier, no entendía muy bien dónde estaba, casi no puede ver lo que le rodea y sin embargo estaba estusiasmado con el ruido, la música, el gentío... y se abrazaba con fuerza a mi cuello mientras reía... con lo complicada que es para él la vida y la alegría con que la vive... ¿qué derecho tendría yo para estar triste?...
Un abrazo y espero que nos volvamos a ver pronto un poco más tranquilos para charlar un rato
Mariano, llego aquí desde Síndrome Up. Del proyecto conozco sobretodo a Diana y a Íñigo. Aunque el trato ha sido únicamente virtual, los siento muy cerca realmente.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu reflexión. Y me ha ayudado aún más. Gracias, muchas gracias Mariano :)
Efectivamente, todos tenemos días tristes. Pero de nosotros depende trabajar guiados por esa tristeza o por algo mayor que nos guste más. Es un auténtico ejercicio; sentirse de una forma y obrar de otra es el mejor ejercicio de "felicidad querida" que conozco. Es ahí -cuando uno baila bajo la lluvia- cuando demostramos quién y qué nos mueve. A veces lo conseguimos, y a veces no, pero sabemos lo que queremos.
Gracias por tu sencillez, Mariano. El título del blog, memorable.
Valiente!
ResponderEliminarMuchas gracias, Jorge.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :)