Mi pequeña Ainara está entre mis brazos, sentados en el sofá, acurrucada, llorando desconsoladamente... me grita: –¡PAPÁ NO ES JUSTO!–... llora con rabia, con impotencia, cerrando los puños, está enfadada con el mundo, indignada... mi ángel de los ojos grandes, con sólo 6 años y todo lo que le ha tocado vivir...
Se calma un poco –¡no es justo, nos merecemos pasar un día feliz!... –y de nuevo se enfada– ¡UN DÍA!, ¡SÓLO UN DÍA!...– me incrusta sus ojos inquisidores abiertos de par en par... y se derrumba... y solloza –¡todo estaba saliendo tan bien!... ¡no es justo, no es justo!; papá, ¿porqué nos pasan tantas cosas?... ¿porque siempre a nosotros?...– no lo soporto, me está partiendo por dentro...
No tengo respuestas y sus preguntas se me clavan como dagas ardientes en el corazón ya maltratado que se funde como la mantequilla... no aguanto verle sufrir así... se me rompe todo... que tristeza tan cruel.
¿Qué le digo?, no ha protestado al quedarse con la abuela cuando atendíamos a Javier, ni por el tiempo que le roban los cuidados a su hermano... no se ha lamentado por ese beso perdido, ni por esa caricia añorada... acepta el síndrome y las enfermedades del pequeño y le cuida con amor incondicional... mi niñita.
Hoy es día de celebraciones: Javier ha salido del hospital, y se va recuperando de sus operaciones, preparamos su bautizo para compartilo con toda la famila... una ceremonia llena de alegría, nuestro niño ha nacido dos veces y lucha cada día por vivir, le damos la bienvenida a este mundo. El día: espléndido.
Después todos juntos a un restaurante, ¡había que festejarlo por todo lo alto!, mientras disfrutamos de la deliciosa comida: cuántos abrazos aliviados, cuántas lágrimas cómplices de dicha por los obstáculos salvados, hoy todos gozamos, olvidando por un momento las preocupaciones, la ocasión lo merece.
Por la tarde hemos venido con la familia de mi mujer a su pueblo, Zarranz, una pequeña localidad de montaña, entre hayedos y robledales, con vistas al Valle de Imotz; un lugar tranquilo en medio de la naturaleza ideal para terminar este hermoso día... estamos en el jardín disfrutando del aire fresco del final del verano... el sol se empieza a acercar a las cimas de las montañas en el horizonte, una hermosa luz rojiza da color a nuestra sonrisas y un brillo especial a nuestros ojos, relaja el alma... y entonces, sucede...
Mi suegra se acerca a la valla que delimita la parcela, ha visto una apetecible manzana en un árbol cercano... no la alcanza... se sube a la verja y... ¡la verja cede y la veo caer!, una caida de más de dos metros sobre las piedras... salgo volando a buscarla... tendida boca abajo... la levanto... la cara magullada, aturdida, casi inconsciente, como un muñeco de trapo... las muñecas partidas... una herida en la frente...
Llamamos a la ambulancia... se la llevan, Idoia le acompaña,entro en casa con los niños y Ainara estalla...
¿Cómo consolar a mi princesa, a esos ojos bañados en pena que me taladran?... ¿cómo justificar que hoy se ha puesto su mejor vestido y todo ha terminado en tragedia?... ¿cómo calmo su ira y ese dolor intenso? ¿cómo le explico que no es culpa de nadie?... no puedo... solo le abrazo, le beso... le digo que le quiero... se tranquiliza muy despacio... casi se duerme, agotada... rendida... está cansada de pelear... mi cielo.
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Mari Paz pasó meses de dolorosa rehabilitación para recuperar algo de movilidad y fuerza, ya no puede conducir y durante un tiempo ni coger a sus nietos en brazos; ahora lleva una vida prácticamente normal.
Yo no he olvidado aquel día, ni el sentimiento de culpa, porque... yo coloqué aquella maldita valla...
Yo no he olvidado aquel día, ni el sentimiento de culpa, porque... yo coloqué aquella maldita valla...
Ainara todavía se acuerda perfectamente de aquel día, sigue sin entenderlo, pero poco a poco va descubriendo que los días buenos y las pequeñas alegrías cotidianas van haciendo olvidar el sufrimiento; y sobre todo que, con el amor de su familia... al final ninguna desgracia es para tanto.
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Qué conmovedora crónica, Mariano. Pero es verdad, pasan los días y sólo nos queda la certeza de que hemos tenido la fuerza para resistirlo.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte,
Mónica
Gracias Mónica... la verdad es que fue un día duro, recordarlo me ha hecho sufrir.
ResponderEliminarUn abrazo.
He viot tu blog, en un grupo de facebook.
ResponderEliminarPermiteme decirte que eres todo un luchador un ejemplo ha seguir, me ha emocionado muchisimo este post y el del cancer de tioides que fue por el cual entre al blog....
Se fuerte, dale la fuerza a tu familia, aunque aveces no entendemos lo que pasa,todo tiene un proposito,vision positiva y siempre hacia delante,que vida solo hay una.
Mil besos
Que todo nos sirva para tirar para arriba. Sois unos padres muy valientes. No se trata de superar la adversidad para volver al punto inicial sino aprender de ella. Seguro que esas dificultades os han hecho más fuertes como persona.
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