Fue un día muy largo. Los recuerdos empiezan a ser borrosos, pero todavía me estremezco.
Ingresamos para provocar el parto a los 8 meses de gestación, hay mucho líquido retenido, la ecografía muestra que puede haber alguna malformación en el aparato digestivo, nada grave; el resto: todo bien.
Es nuestro tercer parto, pero no es como los otros, esto no va bien, esa máquina no hace más que pitar, ... hay sufrimiento fetal, ... la ginecóloga decide hacer una cesárea de urgencia.
Esperando junto al quirófano, estoy nervioso... ¡por fin salen los médicos!, me traen al niño, están serios, me lo enseñan y preguntan: –¿no le ves nada?... tiene Síndrome de Down– ... algo se me rompe por dentro.
Yo le miro, es pequeño, no le veo nada especial, se parece a sus hermanos cuando nacieron, –¿lo quieres coger?. –¡Pues claro, es mi hijo!. –Es que algunos padres no quieren cogerlos...
–¿Quieres que se lo digamos nosotros a tu mujer?. –No, se lo digo yo. –Entonces cuando salga se lo dices. –¿Aquí... en el pasillo?–. Me consiguen una sala tranquila, cuando sale del quirófano le estamos esperando los dos, se lo doy en brazos. –Cariño, es Down...–. Ella lo mira, no dice nada, una sola lágrima en su mejilla.
Se llevan a Javier a la UCI pediátrica... a mi mujer a la sala de despertar... ¡no me dejan ir con ninguno de los dos!... ¿y ahora qué hago?...salgo para hablar con la familia, nunca olvidaré sus caras... más lágrimas.
Pero ahora solo pienso en ella, sola en la sala de despertar... no puedo más, voy a ir... no está permitido entrar acompañantes, pero una enfermera compasiva finalmente me deja ... ahí está: tumbada, sola, dolorida, llorando en silencio... cojo su mano helada, la estrecho contra la mía... ya puede desahogarse.
...
Allí estuvimos hasta que le llevaron a una habitación individual, delicadeza del hospital y fui a ver a mi niño.
No se puede entrar fuera del horario de visitas. Salió un médico para informarme del funcionamiento de la UCI y de que al día siguiente operarían a Javier, tenía un "páncreas anular": se había desarrollado alrededor del intestino estrangulándolo, después sabrían si el resto del intestino se había formado bien, de cualquier manera pasaría unos días alimentado a través de un tubo conectado a su aparato digestivo...
Volví a la habitación... se lo conté a ella... también quería bajar a verle, estaba muy delicada.
A última hora de la tarde pasó el pediatra por la habitación; novedades: su corazón tiene una malformación, si sobrevive los primeros meses, tendrán que operarle a corazón abierto en Bilbao.... otro mazazo.
Era casi medianoche cuando volvió otro médico para contarnos: –Su hijo no ve... tiene cataratas congénitas, si no se le opera pronto nunca llegará a ver porque no se estimulará el nervio óptico, pero tan pequeño y con su estado de salud, no sabemos si se podrá operar... Mañana un TAC nos dirá su estado cerebral...
–Por favor, no nos cuenten nada más por hoy... déjennos descansar. Apagamos la luz, intentamos dormir, nada parece real, tal vez sea un mal sueño... no he llorado, tal vez debería...
Ahora, cuando alguna vez lo recordamos: –Cariño, ¿te acuerdas de aquel día?–..., sonreímos y nos damos un beso, y es que al final tampoco ha sido para tanto.
...
Si me lo permites... Qué duro pero qué bonito.
ResponderEliminarMe ha encantado.
A veces el Señor nos manda mensajeros con recados, mensajeros que están mucho más cerca de lo que creemos…
ResponderEliminarMuy dura, pero aún más hermosa la descripción de lo sucedido, no sobra ni falta nada.
Gracias por seguir enseñándome.
Tu primo.
Mi querido Mariano:
ResponderEliminarsabes bien qué cerca me llega tu relato. Cuánto bien hace el que lo cuentes, cuánto bien para tantos que tienen miedo y que pueden ver en tu coraje cómo es verdad que la Fuerza llega y que los caminos se abren.
Aquí estaré siguiendo de cerca tu blog y acompañándolos a ti y a Idoia en esta gran Historia en la que somos cómplices.
Mónica
Hola Mariano! Yo soy Silvia Degante, de México, me encanto leer un poquito de tu historia, mi nena ya cumplira en unos días 12 años y del susto inicial hoy te puedo platicar que encuentro mas satisfacciones que otra cosa, por medio del twitter te seguire, estoy segura que podremos compartir mucho.
ResponderEliminarDios les llene de luz para ser mejor padres cada día.
Silvia Degante
degante26@hotmail.com
San Luis Potosí, México
Silvia, agradeceré de corazón todas tus aportaciones que estoy seguro nos ayudarán a iluminar el camino.
ResponderEliminarGracias por compartirlas.
Un abrazo.
Alguien dijo que cuando a los fantasmas les miramos de frente dejan de dar miedo. Al leer tu precioso escrito me he acordado de esa frase. Un abrazo, Ana Hualde
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